Los abuelos en la adopción. ¿Qué dicen los abuelitos cuando se enteran que su hijo o hija va adoptar un menor? ¿Ellos estan de acuerdo en ser
abuelos adoptivos? Hay abuelos que se oponen y sienten rechazo, me han llegado cartas contándome historias muy tristes e injustas, cuando por culpa de los abuelos no se pudo realizar una adopción.
En mi caso, me dijeron que por qué no hacíamos algun tratamiento de fertilidad, pero como no queríamos someternos a tratamientos de fertilidad, ellos lo aceptaron. Ahora mis hijos son los nietos mas amados y los engreídos por los abuelos y por toda la familia.
Comparto con ustedes el siguiente artículo que encontré en internet, que trata sobre los abuelitos en la adopción:
Los abuelos en adopción.
Cuando se encuentran ante la abuelidad que sus hijos decidieron ya han transcurrido largos meses de consultas, vacilaciones y conversaciones. Aunque a veces no ocurre de este modo, de pronto los hijos informan: "
Vamos a adoptar", como una noticia surgida exclusivamente de la pareja sin que en la decisión hayan intervenido los abuelos.
Esta decisión moviliza intensamente a quienes ocuparán este lugar. Algunos se oponen porque se niegan a introducir "sangre extraña en la familia". Otros se alegran porque "Estos muchachos no podían seguir más tiempo sin hijos" y existen quienes se muestran indiferentes: "Y... si lo decidieron, es asunto de ellos". Ya sea simulando indiferencia, expresando alegría o planteando dudas, los abuelos constituyen una dimensión fundamental en la nueva vida que prepara la pareja. Y comienzan a hacerla sentir desde los primeros momentos en que se comenta el compromiso que una adopción reclama. Pueden colaborar en la adquisición del ajuar al mismo tiempo que brindan comentarios alentadores; también pueden atacar a los hijos descalificando al futuro nieto antes de conocerlo por el hecho de "venir no se sabe de dónde".
Respecto de las vivencias de los miembros de la pareja frente al juicio de sus padres, es posible encontrar diferentes alternativas: no es extraño que la mujer infecunda responsabilice a su madre "por haberla hecho mal"; si bien no necesariamente habrá de expresarlo de ese modo, es frecuente escuchar a la futura adoptante quejarse por lo que supone una deficiencia de su propia madre. En otras oportunidades, la mujer se siente culpable ante su madre, otra mujer que sí pudo embarazarse y a la que, por ese motivo, siente "más completa, superior".
A menudo, el varón vivencia su infertilidad o esterilidad como una forma de impotencia, de modo que se siente avergonzado ante sus padres por no poder reproducirlos. Ese malestar suele potenciarse ante sus suegros, ya que supone que éstos lo criticarán severamente, al mismo tiempo que compadecerán a su hija -su mujer- por haberse casado con él.
Quienes ocupan el lugar de suegras frecuentemente se lamentan por el "triste destino que le tocó al hijo varón" al casarse con una mujer que "no podrá darle descendencia". De este modo pueden generar circuitos de violencia contra la esposa del hijo, creando una atmósfera de ira y tensión en la familia.
Tanto quienes argumentan el peligro de "introducir sangre extraña en la familia" como quienes descalifican a la mujer o al varón estériles son personas incapaces de tolerar la adopción como una forma de parentalidad, y sólo estiman la reproducción biológica, a la que consideran irreemplazable, superior y sagrada.
La convivencia con esta índole de abuelos constituirá una verdadera prueba de tolerancia para la pareja y un desafío para el hijo adoptivo, ya que deberá esforzarse por "conquistar" a quienes desde el comienzo lo han rechazado.
Otro modelo de abuela es el de aquella cuya hija no puede quedar embarazada, y entonces recurre a toda clase de ayudas, desde las profesionales hasta las que incluyen procedimientos considerados mágicos, y a pesar de haber escuchado a su hija decidida a adoptar, insiste en colaborar para lograr un embarazo. Lo cual evidencia su rechazo por la adopción.
Las abuelas comprensivas, compañeras y solidarias constituyen un baluarte para adoptar mucho antes del nacimiento de la criatura. Son las que contribuyen a sostener la espera de los padres y suelen acompañarlos a realizar los trámites judiciales. En las situaciones ilegales no pocas veces son quienes se ocupan de "ir a conocer" o recibir a la criatura ocupando el lugar de la madre, y acompañan al hijo o al yerno, en la versión clandestina de la adopción: "Vos quedáte en el auto que yo voy hasta la casa...", en un intento de que la hija o la nuera puedan controlar mejor la que ellas suponen una intensa emoción.
En cuanto a los abuelos..., la práctica los muestra escasamente activos; intervienen muy poco. Se limitan a opinar y a participar a través de sus palabras y actitudes. El problema les interesa, pero parecería que prefiriesen mantenerse al margen de una experiencia que, aparentemente, les resulta extraña. Y que quizá no sea ajena a sus ideas respecto del linaje, en tanto éste se constituye a partir de la consanguinidad. La criatura adoptada no trasladará "su sangre" sino la de unas personas ajenas y desconocidas.
Una vez adoptada la criatura, los enfrentamientos latentes pueden hacerse visibles: la ostensible preferencia por los hijos biológicos de sus otros hijos puede dar lugar a conflictos familiares interminables. Mi propia experiencia me ha colocado ante abuelas que no titubearon en descalificar a su nieto adoptivo comparándolo con los otros; del mismo modo que he trabajado con abuelas capaces de acompañamientos y amores sostenedores.
Para la abuelidad no resulta fácil insertar en la familia a una persona absolutamente ajena, que en un primer momento sólo es hija de la voluntad de adoptar por parte de los padres. Y que no habrá de reproducir los rasgos de la familia sino que se parecerá físicamente a otros. De allí que algunas abuelas, para quienes el hecho resultaba insoportable, han sugerido a sus hijas, casadas con hombres estériles: "Separáte de él... No van a poder tener hijos nunca. Y una mujer sin hijos está mal vista. Buscáte otro marido y dejálo a éste". Por cruel que resulte el mandato o la sugerencia, forma parte de una historia clínica en la que interviene. De más está decir cuál fue la recepción que aportó esta abuela a la llegada de su nieto.
Ejemplos como éste no son habituales. Pero sí sabemos que para contar con la presencia solidaria de los abuelos es preciso aceptar sus propios tiempos, sus reflexiones, sus dudas y sus creencias. La decisión que puede resultar de una pareja que eligió adoptar no tiene por qué ser rápida y alegremente compartida por los abuelos, quienes deben enfrentarse a una novedad que no siempre están dispuestos a metabolizar con rapidez.
Más allá de estas diferencias de los tiempos que demanda esta aceptación, también la experiencia clínica nos muestra a abuelas que afirman "yo no me acuerdo de que es adoptivo", lo cual no significa que lo desconozcan. También la experiencia nos enseña que, mas allá de algunas complejidades que puedan surgir, los adoptivos tienen una singular habilidad para entenderse con sus abuelos, dicho sea esto con los riesgos que toda generalización implica.
Fuente: Eva Giberti, Psicoanalista - Extraído de Adoptantis Nº 18 - http://adoptantis.org/adoptantis/ - Via:
http://adoptar.blogspot.com
Cuéntanos tu caso.
Muy bueno el articulo. Como padres adoptivos, nos nutrimos mucho de experiencias de otros que recorrieron antes que nosotros tan lindo camino.
ResponderBorrarTambien, si podemos aportar algo a otros, con gusto lo hacemos.
Mi experiencia es que abuelos pusieron cierto reparo a la adopcion pero despues lograron una quimica enorme basada en el amor a su nieto.
Una abuela arranco muy bien pero dio un paso atras posiblemente por un hermano mio que mostro no solo indiferencia por mi hijo sino hasta celos por "perder" la atencion hacia su hija de mi madre. Insolito pero dada la indiferencia hacia nuestra adopcion, no es tan increible.
Moraleja: solo los padres, que tomamos la desicion de adoptar tenemos la obligacion de estar 100% con nuestros hijos dando amor y apoyo. El resto, pueden sumarse o no, pero no se si debemos culparlos. Lo importante es mantenerse firmes en el amor de familia y unidos como tal (la flia primaria de padres e hijos)